sábado, 30 de diciembre de 2017

Ese niño


 Ese niño
que nunca jugo;
que perdio todas sus lagrimas
de la vida en pocos dias,
por el hambre que lo atosigo,
por la caricia siempre esquiva
cambiada en bofetadas;
por las palabras escuchadas,
perennes,
eternas,
vestidas de insulto
y blasfemia,
a gritos,
sin silencios de amabilidad.
Ese niño
que en su rancho de palos
bajo lluvia sucia
y sin sueños,
toca una lata por tambora
en sinfonia con los disparos
y la muerte
que le camina tan cerca.
Ese niño
se murio joven,
demasiado joven.
Ese niño
mato lo unico que podia matar
a su edad:
su memoria.

Hoy es un esbirro.




PARAGUANA EN MI REGAZO


Te busco
en ese horizonte difuso
entre el cielo azulado
y la ocre arena
del desierto de Bajarigua

En las suaves ondas marinas
de la Laguna de Boca de Caño
y el estrepitoso chocar
del mar alebrestado
en San Roman

En la sonrisa del pescador
de atarraya llena de peces
y la mirada moribunda
de los mismos
en Tumatey.

En el piar tranquilo
de la hembra
y el jolgorio alegre del cardenal
en Montecano

En la neblina rizada de la cumbre
con sus llorosas bromelias
y la sabana verdosa de cujies
de los pies del Santa Ana.

En sus casas de barro
y sus pozos artesanos
donde el turpial acecha las cabras
que van al bebedero 
en Maquigua.

Brindo por el olvido de los pueblos
grandes de otrora.

Sonrio en el silencio de sus aldeas
grises, color ausencia

Lloro con los locos de Moruy.
Canto cuando en Cruz Verde
charla el agua de lluvia
con los yabos
mientras saluda a los lejos
tambien
el cuji centenario de Josefa Camejo
camino a las Carmelitas
buscando la quebrada Chirache
y el agua para su perfume de sabila
su maiz para pilar
y su vino de urupagua.

Alguien sueña con dulce de comojon
y mermelada de dato
en budare de piedra
por alla por Jacuque
y tan cerca, como a paso de burro
se junta la hueva de lisa
con chicharron de morena
en Bajabaroa.

Un viejo 
deja huellas de alpargata
entre cardones
buscando leña;
por si acaso;
el chuchube le anuncia
una racion de lluvia
de tres años sin mostrarse;
durara tres minutos;
suficiente para que brote
el humo de su leña en sus ojos,
el dolor en sus huesos,
sus pisadas mas marcadas
y unas lagrimas 
que se iran al cielo de Guarugua
donde
te busco









viernes, 29 de diciembre de 2017

LA NIÑA DEL COLUMPIO CON PIES DE POMARROSA





























Se fue un domingo por la tarde
con la lluvia fugaz.

Dejo su columpio de apamate
y sisal;
su olor a hierbabuena,
sus huellas de mastranto,
señalando un horizonte de moriches
y un caminito dorado
de luciernagas en celo.

Su capa
es un gris de cielo en decadencia
que batalla con el azul de otros mares,
de azucenas,
de peces voladores,
de soledades.

Lleva en un saco
su hambre y su sustento,
sus penas y sus risas
sus amores y sus alegrias.

Carga tambien  sus heroes
de menos de veinte años
y sus viejos inocentes;
sus pancartas de lucha
en estuches de hierro,
cobre y plomo.

Lo que mas le pesa
es la culpa,
ajena,
sin dueños,
sin autores,
cobardes y anonimos.

Su horizonte
no es verde militar
ni rojo sufrimiento;
es aguamarina
con sed de justicia
y luz de amanecer 
sobre picos nevados
y agua en rebeldia.

Su rumbo
la lleva al precipicio
donde con manos blancas
y seguras,
tomara de su saco
lo que mas le pesa;
lo que hace doler el alma,
lo que no puede mirarse sin dolor,
aquello que perturba su mirada
de niña, 
de futura madre.

Sin la rabia de la inocente,
dejara caer hacia el abismo
aquello que debe olvidarse.

El estrepito de la caida,
sera el grito de dolor
de un parto
con alegria.

En lejania,
sonara ahogado
el lamento
de quien se hunde
en lo que fue su miseria.

Su nombre es Matilde,
su apellido Venezuela;
Es mi niña del columpio
con pies de pomarrosa

que regala hierbabuena...