Desde lo
alto de un singular yagrumo y justo a la entrada del camino que conduce al
Haitón del Guarataro, se encuentra tal cual vigía, el hermoso pájaro Campanero
Herrero.
Desde su atalaya emite su increíble y poderoso canto que semeja el golpeteo de un martillo sobre un yunque . Los recuerdos ancestrales se juntan en su garganta para emitir ese singular sonido que recuerda la época en la que el hierro se forjaba a golpes y fuego; a piedra de carbón y hematites o a la hermosa pirita, el oro de los tontos, fundida a leña de derrotados árboles centenarios.
El Haitón es
una sima situada a pocos kilómetros de la salida del pueblo de Curimagua con
rumbo a su vecino pueblo de La Chapa en la Sierra de San Luis del Estado
Falcón.
Un camino
que comienza al borde de esa carretera, te lleva hasta su borde, descendiendo
poco mas de unos doscientos metros de selva tupida y en ese momento silenciosa.
De vez en
cuando te llama la atención sobre el
negruzco piso de tierra, el brillo fugaz de las ocasionales y pequeñas piedras
de cuarzo que buscan un sol que nunca llega.
Un cerco de
madera impide llegar hasta su borde. Un agujero de unos doce metros de ancho y
al frente, un perfil de acantilado recto hacia abajo desnudo de vegetación.
Su
profundidad según los expertos es de trescientos cinco metros y en su fondo se
inicia un rio subterráneo que alimenta el lago bajo tierra mas grande del País.
Una piedra
lanzada desde su borde tarda unos 7 segundos en escuchar su primer impacto
contra otra piedra y un tanto después puedes escuchar un segundo impacto mas
tenue al rebotar contra otra roca y si aguzas el oído, podrás escuchar el muy
leve sonido de un tercer impacto. Algo absolutamente impresionante.
Eso fue el
segundo momento cumbre de mi expedición Campanero.
Era el
tercer día de intentar hacer fotografía en la Sierra de San Luis y el clima
desde que llegué fue de lluvia permanente, lo que ocasionaba que prácticamente
no pudiese aventurarme por esos frondosos caminos de selva nublada.
Aun así, no
perdí oportunidad de establecer mi observatorio en un baño viejo y en desuso que queda cerca de
la posada Hacienda el Monte de Dominique
y Virginia; unos franceses extraordinarios y que te ofrecen una estadía de lujo
en esa selva de lujuria.
Desde mi
improvisado observatorio y rodeado de árboles de guayaba, guanabana, guamo,
naranja, acacia, cafetos y otros mas, tuve acceso a visitantes extraordinarios
y que jamás había visto en vivo.
De los primeros
en fotografiar fue la hermosa Urraca Cosquiol (Cyanocorax affinis)
Difícil y
arisca, tienen el sistema de mantenerse siempre una de ellas de vigía mientras
las demás comían.
Salieron en
estampida en cuanto llegó una pequeña bandada de Conotos Negros (Psarocolius
decumanus).
Un ave de
gran porte que suele sobrepasar los cuarenta centímetros de largo. A lo lejos
se divisaban su enormes y tejidos nidos colgantes.
Poco tiempo
después llamó mi atención un pequeño movimiento en una mata de naranjo y mi
sorpresa fue mayúscula al divisar al difícil Telegrafista Escamado (Picumnus
squamulatus).
Uno de los
carpinteros mas pequeños del mundo.
No cabía de
felicidad ante la presencia de este personaje.
Una lluvia
algo mas fuerte me hizo correr a refugiarme en la posada y desde allí el espectáculo continuaba hacia
la cima de la montaña.
Una bandada
de Gavilanes Tijereta (Elanoides forficatus) se enfrascaban en una danza poco
usual. Desconozco lo que hacían pero asumo que era una demostración de cortejo
entre ellos. Una pareja de Pitirríes obviamente molestos por su presencia, no perdían la
oportunidad de lanzarse contra ellos
seguramente para alejarlos de su eventual nido.
Volví a mi
observatorio no bien había cesado la lluvia
y ya con muy poca luz porque se acercaba rápidamente la noche y la niebla y tuve la enorme fortuna
de fotografiar fugazmente a la hembra del Telegrafista Escamado, reconocida por
la ausencia de la corona roja del macho.
Asimismo
alcancé a fotografiar al hermoso Perico
Pico Rojo (Pionus sordidus) plácidamente disfrutando de las semillas de
lo que creo que era una especie de acacia.
Finalmente y
para terminar ese día y a punto de guardar la cámara, un Ermitaño Pecho Canela
( Glaucis hirsuta) se acercó a una
heliconia de la posada a riesgo de los gatos de la misma que
afortunadamente solo lo siguieron con la vista.
La mañana
siguiente se presentó igual de nublada y lluviosa. Poco podía uno alejarse de
la posada y podía apreciar con los
binoculares las variedades de aves apresurándose a comer en las pocas pausas
que la lluvia dejaba.
Desde la
posada podía ver y ocasionalmente fotografiar, variedades de reinita,
chocolateros, semilleros, azulejos, el hermosísimo Curruñatá Corona Azul (Euphonia cyanocephala)
y otros que pasaban a engrosar la lista de avistamiento.
Cerca del
mediodía , el cielo pareció dar un respiro y comenzó el viaje para recorrer el
llamado Camino de los Españoles.
Es un
sendero que originalmente iba desde Coro hasta Cabure y que actualmente solo va desde las cercanías de Curimagua
hasta Cabure . Entre cinco y siete horas de caminata en una ruta salpicada de historias.
Pensaba
conocer tres de las grandes cuevas que
existen en la ruta como son la de Acarite, la de Zárraga y la del Cuarzo.
Solo pude
conocer las dos primeras pues desde el inicio de la caminata, la lluvia no
contribuía para nada ni para el pajareo y mucho menos para la fotografía.
La cueva de
Acarite es pequeña en su entrada. Supe después que uno tiene que entrar al agua
y adentrarse en ella con el agua a la cintura y buenas linternas para conocer sus interioridades.
Sobre la
entrada de su bóveda una pareja de colibríes parecían enfrascados en disputarse
las grandes telarañas que la adornan. No me fue posible fotografiar sus
andanzas.
A la cueva
de Zárraga que viene inmediatamente, solo alcancé a llegar a su entrada y sin
foto por la copiosa lluvia que caía. El regreso fue inminente y rápido.
Ya de regreso
a la posada y sin mucho por hacer hasta la mañana siguiente en que partiría del
sitio, no podía dejar de pensar en mi Campanero.
Me dormí
soñando con el arrastrar de las cadenas
de los esclavos por ese camino de recuas. Sobre sus lomos, los sacos de café
verde y frutas; de granos y hortalizas. Antes que ellos, los que desmalezaban
la ruta y pavimentaban el camino con piedras
traídas a veces de lejanías.
El pichón de
campanero en su nido, fijaba en su mente el golpeteo de las herraduras de las
mulas sobre las piedras en su lento y cansino caminar; y justo antes del grito de la muerte del
esclavo condenado a ser arrojado en el
Haitón, el repicar del martillo sobre el yunque para liberarlo de sus
cadenas….cadenas que seguirían sirviendo para otros esclavos.
El Campanero
Herrero repite desde entonces, un grito
de angustia… en campanas de libertad.