lunes, 19 de diciembre de 2011

CABALLITO DE MAR












Nadaban suavemente con sus colas entrelazadas como formando el cuerno de un unicornio.

Ella, luciendo una hermosa capa amarilla con cintas de rojo y rosado que adornaban su cuello y parte de su vientre y una hermosa corona de algas lapislázuli que semejaban una cabellera a merced de la suave corriente marina.

El, con un manto negruzco, color de ojo de dragón y cintas verdes sobre el lomo que se volvían fosforescentes con cada movimiento de la aleta transparente de su amada.

Paseaban orgullosos por los pardos campos de gorgonias y los prados de verdes talasias; deteniéndose a cada momento para mirarse de frente y ofrecerse sus besos que estallaban en luces de azul, y que detenían el pasar de los peces en su cercanía, tan solo para ver el amor a flor de piel que la pareja de Caballitos de Mar les mostraban.

Se habían juntado como pareja hacía muy poco. Apenas, con la luna llena del primer mes de la primavera; y muy juntos, siempre con sus colas enlazadas, se habían ido a vivir en las cercanías de la costa del Mar de Cristal, donde el agua tiene calidez y reflejos de estrellas fugaces.

Habían instalado su nido de amor entre las paredes de un coral cuerno de ciervo y al lado de dos anémonas, que no dejaban de mover sus pequeños dedos, concentradas como estaban, en dirigir la música de las mareas.

Durante las noches, se amaban con sus cuerpos muy juntitos; dejándose mecer por el vaivén de las suaves y rítmicas olas que terminaban besando la dorada arena de la playa.

Casi al amanecer, cuando las sombras son difusas; se entretenían en contemplar la sinfonía de siluetas que dejaban las estelas de aquellos peces que viven de la noche.

Durante el día, paseaban entre los corales de fuego y los abanicos de gorgonias. Jugaban a las escondidas entre las grietas del coral de palma y ella, se dejaba sorprender en su escondite, tan solo para sentir el calor de su amado emocionado por haberla encontrado. Se divertían haciéndole cosquillas a las estrellas de mar y también simulaban combates de florete, con las púas de los negros y enojados erizos, diademas incrustadas en la roca que odiaban ser molestados.

Saludaban siempre con franca sonrisa, a una pareja de peces globo que se habían instalado muy cerca de su hogar y también se detenían a ver con curiosidad, la procesión de peces cirujano, cuando se dirigían a sus eternas reuniones para discutir el color de la luz de ese día.

De vez en cuando se asustaban un poco al ver en su cercanía, a la fea barracuda buscando su comida; pero se sentían seguros en el intrincado paisaje de su coral cuerno de ciervo que los protegía.

Eran apasionadamente felices, el tiempo y su mar sólo les ofrecía belleza y diversión.

Cierto día de verano, muy cerca del mediodía, fueron a ver el cortejo de los cangrejos ermitaños en las aguas someras de una bahía marina conocida como la Fuente del Fantasma.

Se instalaron sobre los restos de un coral cerebro que era uno de los mejores sitios para ver el torneo de los cangrejos. En el momento preciso en que dos enormes cangrejos machos; ambos con una caracola de botuto por casa, combatían en un duelo de cruce de pinzas, igual que dos aguerridos espadachines; el caballito de mar, sintió como su amada se desmayaba, presuroso y atento, no dejó que ella cayera y delicadamente con su cola y su aleta lateral, la tomó inerme, la sostuvo mientras muy despacito le hablaba al oído y le daba palmaditas para despertarla de su desmayo.

Despacio y delicadamente, llevó a su amada a su nido de amor en el coral de cuerno y sobre una media concha de nacarada vieira, la recostó, arropándola con la colcha de algas pardas con trebejos de irisada luz que a ella tanto le gustaba.

Los peces globos en la cercanía, fueron los primeros en llegar a preguntar por su salud y el caballito no sabía qué responderles.

Dejó a su amada al cuidado de sus amigos y fue a consultar el caso del desmayo de su esposa con el Tiburón Gata que vivía no muy lejos de allí, quien era famoso por acumular años de sabiduría. Lo encontró acostado sobre el fondo de arena de su cueva  que tenía por entrada una puerta luminosa.

Habló con él, le contó el caso de su esposa, pero el Tiburón Gato no supo decirle el origen de su mal; sin embargo, lo refirió a consultar su caso con el grande y raro Pez Luna, de quien se decía que sabía muchísimo, por haberle dado varias veces la vuelta al mundo marino y ser dueño de un saber enciclopédico.

Se desplazó durante varios días entre las corrientes, preguntando a los peces transoceánicos por el famoso Pez Luna, hasta que lo encontró retozando en el Mar de los Sargazos, tomando el sol del mediodía y dejándose acariciar por una nube de pequeños chiquilines pececitos que se divertían haciéndole cosquillas.

Pez Luna lo escuchó con atención, aunque tampoco supo decirle el origen del mal de su esposa; pero igual que lo había hecho el Tiburón Gato, le contó que quién podría ayudarlo finalmente, era Reina Mar, la soberana de los mares, ya que conocía todos los secretos del mundo marino. También le comentó que Reina Mar no residía en ningún lugar del reino océano en particular, que sólo se presentaba o se hacía visible, ante aquellos seres de corazón noble, espíritu libre y amor para regalar a los ajenos.

Le aconsejó que regresara con su esposa; se dedicara a cuidarla y pidiera su ayuda con el corazón; que si su amor era verdadero, Reina Mar aparecería en su auxilio.

Afligido y cabizbajo, Caballito hizo presuroso el camino de regreso hacia su amada. Llegó muy tarde, en la oscuridad de una noche de luna nueva. La encontró en su concha de nácar de vieira, todavía desmayada, arropadita en sus algas y cuidada muy de cerca por sus amigos los peces globo.

Se acostó a su lado enroscando suavemente su cola con la de ella y colocando su boca muy cerca de la mejilla de su amada, se dejó llevar por el cansancio y se durmió con el gran deseo en su corazón de despertar en el nuevo día, mirando su sonrisa de enamorada.

Dormía con el sueño entrecortado, como lo hacen quienes tienen una profunda preocupación en el alma, cuando sintió en su mejilla una suave caricia. No despertó sobresaltado, porque la caricia que acababa de recibir era relajante e invitaba a despertar en calma, como si hubiese dormido olvidado de sus angustias.

Abrió los ojos lentamente y comenzó a distinguir un Caballito de mar como él, sólo que estaba hecho de infinitos tonos de intensa luz azul. Era Reina Mar a quien tenía enfrente, su magia le permitía tomar la forma de la criatura con la que ella quisiera conversar.

- Soy Reina Mar - le dijo en un lenguaje sin sonidos - Vengo a ti porque tu amor es verdadero y necesitas de mi ayuda – continuó diciéndole - ¡No hables, pues ya sé de tus pesares! Ahora solo escucha lo que tengo que decirte.

- Lo que tiene tu esposa no es para nada grave ni fuera de lo común!. ¡Lo que si es fuera de lo común es su solución!

- Tu esposa, Caballito, está preñada de ti, lleva en su vientre tu prole; pero su cuerpo es débil y no soportará el embarazo!”.

- Te ofrezco una solución Caballito, de ti depende la vida de tu esposa y de tu prole!

- Te concederé que por amor a ella y a tus hijos, seas tú, con tu fortaleza, quien se encargue de su embarazo, que sea tu cuerpo quien porte a tu prole. Dame una respuesta ahora y tu deseo será cumplido!

Caballito no podía creer lo que estaba escuchando; pero no bien terminó de hacerlo y sin existir en ningún momento la duda, ni haber cabida en su mente para sopesar la propuesta que Reina Mar le hacía, le respondió de inmediato:

- ¡Gracias Reina Mar por tu sabiduría y tu bondad, con el corazón en la mano te pido que tu propuesta sea cumplida, que sea yo quien me encargue del embarazo de mi esposa!

- ¡Así sea y así se cumpla! - ordenó Reina Mar, mientras de su cuerpo salía un fino haz de luz celeste que alcanzó a acariciar el vientre de mamá Caballito, después se dirigió a acariciar el vientre de papá Caballito y finalmente, otro suave haz de luz azul marino profundo, se desplazó por el pálido rostro de mamá Caballito

Con una sorda implosión marina, Reina Mar desapareció.

Amaneció y la tenue sombra de una punta del coral impedía el paso de la luz hasta el rostro de mamá Caballito. Papá Caballito estaba erguido contemplándola en su lecho, con su cola aún enroscada con la de ella, cuando vio, primero una tenue sonrisa en su boca, luego, como su esposa abría los ojos lentamente y lo buscaba a él con su mirada.

Una pequeñísima burbuja de aire salió de la boca de su amada, elevándose lentamente en el agua cristalina. Se irguió para ponerse a su altura y se besaron con ternura mientras sus amigos, los peces globo, hacían cabriolas y estrépitos a su alrededor.

Pocos días después, papá caballito paseaba con su amada por sus caminos de siempre, pero ahora era él, con su abultada barriga, quien hacía las veces de mamá, llevando orgulloso su numerosa prole en su vientre.

Su historia paseaba de boca en boca entre todos los peces de la mar y desde ese día, son los machos del caballito de mar quienes dan a luz a sus crías.

Hoy en día, los marinos saben que cuando una pequeña burbuja de aire rompe en la superficie del agua, es porque un Caballito de Mar le ha dicho a su pareja:

- TE AMO.

4 comentarios:

  1. Maravillosa historia de magia, amor y fantasía ... los ingredientes sagrados de la Alegría de Vivir, al precio que sea !

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  2. Hermoso. ..sentido. ..evocativo relato. .. me enamora ese caballito de mar. ..

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  3. Hermoso relato..evocativo. . Sensible. .

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